Enfrentando los mismos sufrimientos

Enfrentando los mismos sufrimientos

En ocasiones tenemos la sensación de que somos las únicas personas en el mundo que padecen adversidades, sufrimientos o pruebas. Este es un sentimiento muy humano: cuando estamos pasando por un proceso; y lo primero que se nos viene a la cabeza es: ¿Por qué me tiene que pasar esto a mi? Sin embargo, aunque pueda parecer que dicha situación es “exclusivamente” nuestra, no lo es. Hace algo más de 2000 años, el apóstol Pedro dijo a los antiguos cristianos que todos estamos enfrentando los mismos sufrimientos. Pero, ¿quiénes son todos? Pedro se refería a la Iglesia de Cristo, evidentemente.

Ahora te preguntarás: ¿cómo es posible que Pedro supiera que todos los cristianos sufrimos y padecemos las mismas cosas? ¿Acaso tuvo tiempo de conocer en persona todas las iglesias repartidas por el mundo? Ciertamente, el Espíritu Santo le reveló estas palabras para exhortar a la Iglesia de Cristo; de hecho, sabiendo incluso que serían leídas por nosotros en la época actual. Por lo tanto, estos escritos sirvieron para el fortalecimiento de la Iglesia antigua; de la misma forma que sirven para la Iglesia actual.

Echemos un vistazo a lo que dice el texto. En 1ª Pedro capítulo 5 tenemos una exhortación dirigida tanto a jóvenes como ancianos de la Iglesia. Aquí se nos habla primeramente del cuidado de la grey de Dios, es decir, de la Iglesia; así como del respeto mutuo que debe haber entre líderes, ancianos y jóvenes. Sin embargo, hay una porción muy interesante que podemos analizar acerca de cómo enfrentar algunos de los padecimientos que sufrimos:

Por lo tanto, muestren humildad bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. Descarguen en él todas sus angustias, porque él tiene cuidado de ustedes. Sean prudentes y manténganse atentos, porque su enemigo es el diablo, y él anda como un león rugiente, buscando a quien devorar. Pero ustedes, manténganse firmes y háganle frente. Sepan que en todo el mundo sus hermanos están enfrentando los mismos sufrimientos, pero el Dios de toda gracia, que en Cristo nos llamó a su gloria eterna, los perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá después de un breve sufrimiento.

(1ª Pedro 5:6-10 RVC)

Analicemos el contenido del texto. Primero, nos exhorta a ser humildes y dejar nuestras preocupaciones o ansiedades en el Señor. Aquí debe entrar en práctica la constancia, ya que dejar las cargas en Cristo implica un ejercicio de confianza diario; es decir, una rutina donde debemos poner en oración, súplica y ruegos todas esas preocupaciones. Sentir alivio comienza por dejar las cargas en el Señor: Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. (Mateo 11:29).

En segundo lugar, nos enseña que debemos estar atentos y ser conscientes de quién es nuestro verdadero enemigo. A veces, no se trata de un familiar, un amigo o amiga, o “esa” persona… El mismo diablo está detrás del conflicto e incluso la manipulación de las personas. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:12)

En tercer lugar, Pedro invita a hacerle frente al mismo diablo. Tal vez te pregunte cómo se puede pelear contra el mismo Satanás. Aquí te dejo la respuesta:

Por último, fortalezcanse con el gran poder del Señor. Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alertas y perseveren en oración por todos los creyentes.

(Efesios 6:10-18 NVI)

Por último, he aquí la parte que mencionamos al comienzo del artículo: debemos tomar conciencia de que estamos enfrentando los mismos sufrimientos, similares a los de otros hermanos en la fe. Por lo tanto, si piensas que solo tú tienes ese problema o esa situación específica, permíteme decirte que no estás sólo. Hermanos en la fe, de otras partes del mundo, están pasando por circunstancias exactamente similares a la tuya.

Si te preguntas: ¿Por qué estoy pasando por esto? Ten la certeza de que Dios está usando esos problemas o circunstancias que estás viviendo para perfeccionarte, fortalecerte y exaltarte. Estas siendo labrado o labrada; así como un escultor talla una piedra de mármol para crear una obra de arte. O como un joyero pule y refina una piedra preciosa hasta convertirla en joya. ¿Será fácil el proceso? Puede que no; sin embargo, la victoria la tienes asegurada con Cristo. 

Por ello, persevera en la oración, pide ayuda a tus hermanos o hermanas en la fe, vístete cada día con la armadura de Dios; y ten fe que Cristo pelea por ti. ¡La victoria está cerca!

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